miércoles, 15 de diciembre de 2010

LOS MARQUESES DE SAN RAFAEL



Tres sanluqueñas del siglo XIX unieron respectivamente sus vidas con tres marinos. Los tres nacidos y formados en la isla de San Femando. Los tres alcanzaron el Ministerio de Marina, los tres estrenaron o sus viudas títulos nobiliarios en recompensa a sus méritos Eduarda Mergelina y Gómez de Barreda casó con su pariente José María Bustillo y Gómez de Barreda (1801-1868), ministro con Bravo Murillo (1851) y I Conde de Bustillo (1860); Joaquina Heras y Mergelina -sobrina de los anteriores- con Rafael Rodríguez de Arias y Villavicencio (1852-1892), dos veces ministro, primero con Zabala (1874)y después con Sagasta (1883), y I Marqués de Blegua; por último, Manuela Matheu González de Quevedo con José Malcampo y Monge. (1828-Sanlúcar,1880), VI Marqués de San Rafael, I Conde de Joló y I Vizconde de Mindanao.
De las. tres “ministras consortes” fue la última, quizás por carecer de casa noble y de fortuna familiar, pues no aportó capital alguno a su matrimonio, la que se hizo construir un casón de nueva planta lindero con la iglesia de San Nicolás. También fue la única que tuvo descendencia y que hasta 1900 conservó la casa. Manuela Matheu (+1901) era de Cádiz, pero su familia materna había nacido en Sanlúcar.









Cuando el destino militarse lo permitía, vivía Malcampo en su huerta sanluqueña de San José, también llamada del Boticario -actual calle de San Francisco el Viejo-. Desde el recreo huertano divisaba sus casi cinco aranzadas de tierra donde sobresalían sesenta granados regados con abundante agua. San José sería el “descanso del guerrero” de las zozobras políticas y militares de la Revolución septembrina del 68; los vaivenes de la fragata “Zaragoza” de tierras firmes a tierras lejana. Con la reina o contra la reina, con el Duque de Montpensier o sin él, un paso en falso seria echar por la borda toda una vida militar heroica. En agosto, mandando la “Zaragoza”, visitó a la reina en Lequeitío donde le prometió fidelidad; poco antes había obsequiado al gran enemigo de Isabel II, a su cuñado Antonio de Orleáns-Borbón (Montpensier), con un almuerzo. En septiembre del 68, secunda el pronuncia miento de Prim que por influencia de Topete puso por primen vez a la Armada en contra del orden constitucional. El destronamiento de la “isabelona” le fue recompensado con el empleo de contralmirante, además de con la Presidencia del Consejo de Ministros y Ministerio de Marina bajo en el nuevo y breve rey italiaano Amadeo de Saboya.
Revolucionario “ma non troppo”, en su presidencia declaró ilegal la primera Internacional de Trabajadores por lo que tuvo que dimitir; los radicalés se habían opuesto a él. En 1873, con la perspectiva de asumir la Capitanía General de Filipinas, desde su huerta sanluqueña los Condes de San Rafael planeaban levantar la casa de la calle Santo Dómingo. Desde la huerta enviaron agua potable –mediante cañerías- al patio del caserón, la cual brotaba por un hermoso surtidor de mármol blanco.



Por primen vez verían los sanluqueños a través de la romántica cancela la fuente redonda y esbelta taza,  cantora, en contraste al silencioso brocal de los pozos o de los aljibes de los tradicionales patios de Sanlúcar. Murió Malcampo (1880) en su casa sanluqueña y póstumamente recibió el vizcondado de Mindanao como recuerdo de su participación en una campaña anti-pirática en esa isla de Filipinas (1861) dónde un balazó le atravesó el pecho; y también el Condado de Joló por haber sómetido al sultán de esa isla (1876). El contralmirante dejó cuatro hijos, dos legítimos y dos reconocidos, pero su casa fue vivida por su viuda hasta su muerte en 1892 que le sorprendió en el Balneario de Troncozo (Mondariz). Fue heredala casa por su hijo Juan, entonces había sido valorada en cincuenta mil pesetas, siendo se mujer Josefa Fernández de Villavicencío y Oronoz (enterrada en Sanlúcar, 1896), hija de los Duques de San Lorenzo, la última propietaria del casón perteneciente a la familia de los Marqueses de San Rafael.
La nuera de Malcampo, ya viuda de Juan Malcampo Matheu que había muerto en La Habana con veintisiete años en 1896, fue conocida por su vida licenciosa, fruto de ello fueron sus hijos naturales Manuel, Joaquina, Pura, Lorenzo y Lorenzo Fernández de Villavicencio y Oronoz, que si heredaron parte de la Huerta de san José. Es probable que aquella desmantelara la casa, el enmarmolado del patio y la escalera, o la fuente -hoy en la casa de Mier, calle de Barrameda 1-. Ni su hijo legítimo José –Marqués de San Rafael-, ni sus naturales vivieron allí ya que en 1900 fue vendida a Antonio y Aracelis Sánchez que instalaron la empresa de coches de caballos denominada “Los coches de la abuelita” transformando y ampliando la puerta principal. Cincuenta años después fue adquirida por Toribio Barrero en nueve mil pesetas,  precio de una casa medio ruinosa de la que queda la aparente crujía de la fachada.