La casa de la empresa “Muebles Muñoz” esta situada en la calle San Juan haciendo esquina con la de Ruiz de Somavia o antigua calle del Mirador de Madre de Dios, y ha sido restaurada por el propietario de la empresa, Manuel Muñoz, y consolidada al dársele una función comercial, con el criterio restaurador de la "mínima intervención"; de modo que hemos ganado otra gran casa para el patrimonio cultural de Sanlúcar. La única falta en esta restauración resulta de haber añadido ina tercera planta por la crujía recayente a calle Mirador, habiendo eliminado su antiguo tejado, aunque no se ha producido una fuerte disonancia visual.
Desde 1756, hay noticias de esta gran casa, que pertenecía al gran comerciante con América y político local: Félix Martínez de Espinosa (la casa matriz de los Martínez era la de la calle Descalzas, conocida como la de Godoy). Se describe como vivienda con alto y bajo de veintiséis varas de frente y cincuenta y ocho de fondo. Lindaba por la calle San Juan con la de la capellanía de Catalina Romero Eón del Porte y por la calle Mirador con cinco casas más de Martínez de Espinosa hasta limitar con la casa grande de la Plaza de la Victoria. Comprendía cuatro bodegas con cabida para 4.560 arrobas de vino, hoy inexistentes.
Posiblemente fuera por entonces la típica casa tradicional de tres amplios huecos exteriores en cada planta y con el interior centrado por el patio, lo raro es que tuviese la escalera de dos tramos en la crujía trasera, poco propio del siglo XVIII.
En 1868 la adquiere el comerciante y constructor onubense Antonio Lazo Rebollo, transformándola dos años después, como lo indica el juego poligonal de lozas en el suelo de la casapuerta (A.L). Abrió cinco huecos en las dos primeras plantas y en la tercera o granero nuevo, separando el paño de fachada con pilastras almohadilladas y pareadas sin capitel en la primera planta. La segunda hasta la cornisa y el antepecho se unían con pilastras acanaladas con capitel, generando un aspecto externo fastuoso. Dan relieve a la casa, además de las pilastras, los juegos de molduras de la cornisa, de las ventanas del “soberao”, las que separan éste con el piso principal, la de los huecos de los balcones, y la de las bandejas de cierros y balcones, dándosele un tratamiento especial a la del balcón principal donde se juega con molduras lineales y curvas, con semejante trazado del herraje de la barandilla en hierro moldeado, pero muy recargado
La crujía de la fachada avanza por la calle Ruiz de Somavia hasta seis metros, y mantiene el esquema de las calles extremas de la fachada: cierro bajo con escaso vuelo en el bajo, cierro de caja de madera con amplio vuelo en el piso principal y ventana con arco escarzano en el tercer piso. No obstante la casa se prolonga por esta calle otros diecinueve metros más, formando otra crujía de dos pisos cubiertos con tejas a dos aguas y abriendo al exterior en el primero varios balcones de mayor sencillez que los de la fachada y en el bajo ocurre lo mismo con los cierros que se interrumpen por la gran puerta de la cochera. Siendo de veinticinco metros tanto la fachada principal como la lateral se observa el distinto tratamiento decorativo.
Pero un elemento que define a casas y bodegas de estos años de 1870, coincidiendo con la restauración monárquica y un alza económica de Sanlúcar, es el abrir ventanas con suaves arcos escarzanos y así lo vemos en la casa del Ministro Malcampo en la calle Santo Domingo, pegando con la Iglesia de San Nicolás; en la bodega de “Vinícola Hidalgo” de Banda de la Playa o en la de González en la de la Plata.
Llama la atención el espléndido patio de cuatro galerías a su alrededor con ocho columnas con dos arcos muy rebajados en cada lado, y otros arcos de medio punto que danzan hacia la pared. En el piso alto, las galerías también se sostienes con arcos escarzanos, pero sostenidos por pilastras. El patio mide ciento treinta y dos metros cuadrados, óptima medida para una casa con superficie de setecientos ochenta metros cuadrados. Este patio se cubre con lozas de mármol blanco, que alternan con otras negras de distinto material. También se hacen notar los techos de la casapuerta, las habitaciones principales y de la escalera principal, pintados con motivos alegóricos que le dan calor y colorismo. Hoy día restaurados por su actual propietario.
Después de los embargos de la casas sufridos por Antonio Lazo y sus herederos, pasa a Manuel Hidalgo Colom (padre) en 1912 como indica el arco superior de la cancela decimonónica y le añade algunos elementos decorativos modernistas en las cristaleras de colores de las galerías altas –cerradas con hierro con dos arcos en cada tramo de galería, decoradas con abigarradas guirnaldas- y en la montera. Es probable que también recubriera las paredes de las habitaciones bajas y del propio patio con bellos azulejos, propios para evitar la humedad.
Resulta muy hermosa y con el sabor de la casa primigenia la cochera cuyo techo luce la viguería, de madera noble como deben de ser las ocultas por los techos rasos pintados.
Por estas fechas la casa ha disminuido de dimensiones, que son las actuales y pocas reformas se hacen, sólo obras de mantenimientos y así la hereda Manuel J. Hidalgo Colom (hijo) y la recibe en donación su hija Dolores Hidalgo Otaolaurruchi que la vende al actual propietario.
LA CASA DE MUÑOZ (2). LOS MARTÍNEZ DE ESPINOSA.
Esta casa de estilo neoclásico, pudo ser proyectada por el que fuera arquitecto municipal Baldomero Botella, autor entre otras casas de la de Vila en la calle Bolsa-Capillita, aunque a diferencia del resto del caserío de este estilo, más sencillo, presenta un aspecto más en línea con el mismo estilo civil de Cádiz.
Nos informa sobre esta familia el historiador Velásquez Gaztelu en su Catálogo de personas ilustres y notables de Sanlúcar de Barrameda. De Mateo Martínez de Espinosa, fundador se la familia en esta ciudad, nos apunta que fue un “opulento negociante de esta ciudad, de quien hay muchas memorias en los libros capitulares…que comienzan en cabildo de diecinueve de septiembre de 1712”. Entre sus varios hijos, el primogénito llamado Félix desempeñó el cargo de Contador de lo público, con voz y voto de Regidor Perpetuo, por la que anualmente cobraba 88 reales de vellón que se lo pagaba la ciudad de sus propios, y percibía por lo mismo en concepto de utilidades 825 reales.
Entre sus obras como miembro del Ayuntamiento destaca su intervención en la construcción del Mercado de Abasto, donde se le recordaba en una antigua lápida en la pared de las Covachas, al pie del jardín ducal: 1.744.-Reinando la Católica Majestad del Rey Nuestro Señor Don Felipe V: Siendo Gobernador de lo Político y Militar de esta plaza el brigadier don Salvador José Roldán y Villalta, esta novilísima ciudad atenta al mayor beneficio de su pueblo, hizo edificar estas oficinas, fijando su dirección a la aceptación y conducta de sus diputados don Francisco Lucas de Ledesma, del Consejo de S. M. caballero de la Orden de Calatrava; don José García Poedo y don Félix Martínez de Espinosa, regidores perpetuos de ella, y se concluyeron el año de 1744.
Como hombre del comercio alcanzó el más alto grado en el Consulado de Cargadores a Indias, Prior, en 1781. A esta asociación mercantil, con Tribunal de Justicia que entendía en materia comercial, y que casi dirigía el monopolio sevillano y luego gaditano con América al que perteneció una minoría dirigente, cuyos líderes podían reducirse a un grupo de 90 personas. También se les llamó cargadores-cosecheros y cargadores-hacendados pues comerciaban con sus propios productos: vinos, aguardientes, vinagres y aceites, por lo que estaban dominando propiedad, producción y actividad mercantil. Este es el caso de Félix Martínez de Espinosa, quien poseía 87.5 aranzadas de tierra en La Palmosa, donde tenía plantado olivar, viña y sembraduras de trigo y con su casa de campo para la gente trabajadora compuesta de vivienda alta y baja con colgadizo y lagares; así como tierras en Monte Olivete con las mismas siembras, casa de campo con bodega de cabida de 3000 arrobas y cuatro almacenes de aceite y molino de aceite.
Casó en segundas nupcias con la portuense de ascendencia flamenca (Lieja) Ana María de Wintuysen. Compró enterramiento en la Iglesia de la Merced (Capilla del Espíritu Santo), en donde sólo se enterraban hasta entonces los altos cargos administradores de la casa ducal de Medina Sidonia. Así, este panteón perteneció a Guillermo Grifarte, veedor y agente general de la Casa de Guzmán, pero al morir sin sucesión, la comunidad de los mercedarios la vendió a esta nueva familia. Félix Martínez de Espinosa Wintuysen en 1784 gravó la casa de la calle San Juan y cuatro más pensando en el enterramiento y almas de su familia: Primero, la entrega de tres arrobas de aceite cada año al Convento de la Merced para que de día y de noche estuviera perpetuamente encendida la lámpara de su capilla del Espíritu Santo; segundo, tres pesos de a quince reales de vellón para la limosna de tres misas cantadas cada año perpetuamente en la Capilla, una en el día primero de Pascua del Espíritu Santo, otra el dos de mayo festividad de San Félix y la otra el día de Santa Ana por sufragio de las almas de sus padres y otras intenciones. Además los herederos del Vínculo y Mayorazgo de Martínez de Espinosa quedaban obligado a mandar celebrar quince misas rezadas el día de aniversario de su fallecimiento o el de su esposa, cuatro reales de vellón por misa y también diez ducados para las honras fúnebres, poniendo la cera el Convento de mercedarios. Se valoró este censo en 1868 en 27.780 escudos, y fue redimido en 1905 con el nuevo valor de 1791 pesetas y 66 céntimos, a favor ya no de los mercedarios, desamortizados y exclaustrados, sino de los herederos propietarios de la Iglesia, cuyo fundador había sido Manuel Alonso Pérez de Guzmán, los Marqueses de Villafranca.
Entre los bienes de Feliz Martínez de Espinosa (1752), además de las casas de calle San Juan y Mirador contaba con otras en Calle Descalzas (conocida como la de Godoy), en calle San Juan de Dios. Sus rentas anuales como cargador a Indias ascendían a 15.000 reales de vellón, siendo el décimo quinto más rico con igual renta que Felipe del Villar, José Barrero o Teresa Monge Arizón. En la lista de cargadores se sitúa el primero Salvador Arizón con ingresos de renta por valor de 120.000 reales de vellón, y el segundo Manuel Rodríguez Pérez con la mitad.
Entre sus hermanos (José-clérigo de menores- Isabel, Agustina, y Teresa, madre del ilustrado Lucas Marín Cuvillo), Juan fue su teniente en el oficio de Contador de lo Público y compartía con los demás hermanos casa en la calle Descalza lindera con la de Feliz. Aquél casó con María Carrillo y Novela, hija del regidor Diego Carrillo. Ambos tuvieron hijos marinos.
Miembro de esta familia fue Juan José Martínez de Espinosa (1826-1892), que estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y fue discípulo de Juan de Ribera. Desempeño la Cátedra de Teoría e Historia en dicha escuela y presidió el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Participó en las exposiciones nacionales de 1856, 58 y 60; y en las universales de París, Londres y Madrid, obteniendo medallas y menciones honoríficas. Su obra: La muerte del capitán Romero en el sitio de Zaragoza estuvo en el Museo Nacional de Arte Moderno. Practicó el aguafuerte y fue autor de láminas de grabado, publicadas en revistas. Murió en Cádiz.
El último morador de esta casa fue Juan Nepomuceno Martínez de Espinosa que la vendió al gaditano Manuel Matheu Parody en 1861 y éste siete años después a Antonio Lazo.
DE LAZO A HIDALGO.
Lazo pagó por esta casa junto con las cinco colindantes 27.780 escudos, pero ya en 1887 las hipoteca tras recibir un préstamo de 40.000 ptas. A pagar al ocho por ciento en cinco años a favor Antonio Pérez de Nueros Páez de la Cadena. En el mismo año, toma en préstamo otras 35.000 ptas e hipoteca las fincas antedichas más ocho más, esta vez por tres años y al nueve por ciento y a favor de Antonia Núñez Harana –madre del bienhechor de la Iglesia, Antonio Picazo Núñez-. Cancela sus hipotecas en las fechas correspondientes.
La ruina de Antonio Lazo Rebollo es patente y sufrirán las irreversibles consecuencias sus herederos, cuando murió en 1891 a los 66 años en la casa de San Juan 24. El hijo de Alosno (Huelva), emigrado a Sanlúcar tal vez en busca de oportunidades lejanas a las minas, aquí había empezado su carrera comercial y de constructor y la culminaría en 1889 al ocupar en número veintiuno en la lista de los mayores contribuyentes a la hacienda local. En 1876 pagaba impuesto por la casa de la Calle San Juan 14, las de Mirador 3, 5, 7 y 9, por otras en calle Pescadería 15, Palomar 6, Bolsa 33, Santo Domingo 11, Mar 3. También contaba con una bodega en Pescadería 8, ahora bien desconocemos si se dedico al negocio del vino, lo que esta claro es que carecía de viñas.
En 1894, las casas de la calle San Juan y las de Ruiz de Somavia más otras ocho fincas caen en embargo preventivo a instancia de Juan Argüeso Gutiérrez, Francisca Díez Argüeso, Manuel e Isabel Argüeso Lucio –eran los herederos de León de Argüeso y de sus herederos, que continuaron con el negocio financiero del burgalés. La viuda de Lazo, Lucía Morón, y sus hijos quedaron embargados por no responder a su deuda de 610.425 ptas., frutos del préstamo. En 1911 se sacó a subasta las casas, pero al no presentarse postores, se volvió a sacar a subasta con la baja del 25%, presentándose como único postor Rogelio Fernández del Collado y ofreció por la finca 27.615 pts., que las remató en el acto y a nombre de Manuel Hidalgo Colom (padre). La finca, deducidas las cargas, se liquidó en 24.248 pesetas.
El nuevo morador de la casa de la calle de San Juan, Manuel Hidalgo Colom pertenece a la tercera generación de su familia, la cual fue fundada en Sanlúcar por José Pantaleón Hidalgo Bustillo (1779-1825), a diferencia de otros montañeses fundadores de empresas vinícolas que iniciaron su andadura comercial con el típico almacén-taberna, éste presenta otro perfil. Nacido en el Valle de Castañeda (Santander), se instaló en Sevilla, al amparo del negocio de imprenta y venta de libros que detentaba un tío suyo, y que en 1864 giraba con el nombre de “José Hidalgo y Compañía”, sita en la calle Génova. Su ideología liberal y afrancesada le llevó no sólo a vender libros prohibidos, sino también a colaborar con los invasores franceses, para los que abrió una biblioteca. Con el restablecimiento del absolutismo, perseguido por la Inquisición, y dadas las duras represalias contra los liberales, se refugió en distintos lugares, hasta llegar a Sanlúcar. Sin dejar la imprenta sevillana, en donde contaba con un socio, y de la que fructificó un gran capital, compró en 1818 la casa-bodega de la Plaza de la Victoria, en la que posteriormente construiría dos bodegas más.
Durante catorce meses estuvo casado con la gallega Fermina Verjano, que le dio un hijo póstumo. A su muerte, sus bienes se valoraron en 1.908.019 reales, siendo una tercera parte el valor de la imprenta y librería. Su viuda con los bienes que heredó (381.603 reales), junto a su suegro Roque Verjano, administraron y acrecentaron esta fortuna y la de Eduardo Hidalgo Verjano (1825-1889) como mínimo hasta 1850 que madre e hijo constituyen una sociedad. Con la compra de la Hacienda de Miraflores entre 1852 y 1865 y otras fincas rústicas, pasa Hidalgo de productor y almacenista de vinos a cosechero. Igualmente se introduce en la ganadería, y en el negocio de las salinas, al tiempo que explotan tierras de otros propietarios (Cortijo de Évora y Mahína), invierten en inmuebles urbanos, tanto casas como bodegas.
En 1876 ya era Eduardo Hidalgo el mayor contribuyente a la hacienda local, siendo su activo alrededor de 22.572.8530 reales. Pero paralelamente a su dedicación a los negocios, lleva desde 1854, que fue concejal, una activa vida política. Durante el Bienio Progresista fue nombrado Capitán Comandante de Caballería de la Milicia Nacional (1855) y a los dos meses fue condecorado como Caballero de la Orden de Carlos III, a la que renuncia en 1870 tal vez por sus sentimientos republicanos. Lideró la revolución del 68 más antimonárquica que progresista, más festiva que real, presidiendo la Junta Interina Revolucionaria y luego el Ayuntamiento. Se mantuvo en el partido liberal, llegando de nuevo a la Alcaldía de Sanlúcar en varios mandatos. Protagonizó como Alcalde el acontecimiento grande de la inauguración del ferrocarril en 1877.
Su labor como hombre de empresa vitivinícola fue reconocida, pues en 1883 preside la asociación de “Vinateros unidos de Sanlúcar de Barrameda”, probablemente la primera de esta naturaleza.
En 1889 muere, dejando en testamento a su viuda un tercio de sus bienes –a los que renunció Josefa Colom-, más en concepto de gananciales 2.476.860 pts., de donde dona a cada hijo 40.000 pts., el resto de la herencia queda repartida entre sus diez hijos. Parte de estos bienes quedan reunidos en la sociedad vinícola “Viuda e Hijos de Hidalgo y Cía.”.
A partir de entonces toma protagonismo empresarial Manuel Hidalgo Colom (1860-1924), que ya en 1881, junto a su hermano José establecieron un negocio de exportación de vinos financiado por su padre, curiosamente ambos fueron también concejales, uno en 1893 y otro en 1897. Por 1906 giraba a su nombre la imprenta sevillana de su abuelo. Procuró mantener la sociedad familiar aunque fuera con cuatro de sus diez hermanos y así se constituyó en 1909, ya muerta su madre, la compañía reguladora colectiva “M. Hidalgo y Cía.”, en donde llevó la dirección durante catorce años. Por otra parte inició independientemente su propia empresa bodeguera al ir comprando desde 1891 a 1918 varias casas y bodegas entre el Callejón del Truco y el de Madre de Dios y de sus propios caldos salió la marca de la manzanilla “La Cigarrera”, todavía hoy en el mercado.
Manuel Hidalgo casó con su prima gaditana Emilia Colom Milanos, la cual aportó al matrimonio sólo ocho mil pesetas, y les sobrevivieron dos hijos que llevaron sus mismos apellidos: Manuel José y Emilia Hidalgo Colom. A su muerte, sus bienes fueron valorados en 877.296 pts., de las que 653.000 pts. correspondían a 653 acciones en “Vinícola M. Hidalgo y Cª.”, y 40.000 pts. el valor de la casa ce la calle San Juan 14.
Manuel J. Hidalgo continuó la andadura de su padre tanto como accionista de Vinícola, y gerente como con la explotación de sus bodegas propias de la calle del Truco y su manzanilla “La Cigarrera”, también fue concejal del Ayuntamiento. Casó con Dolores Otaolaurruchi Gómez de Barreda, y sería su hijo Rafael Hidalgo Otaola el continuador de las bodegas “La Cigarrera”, actualmente de sus herederos, girando con el nombre de “Pilar García de Velasco. Viuda de R. Hidalgo”.