lunes, 27 de diciembre de 2010

LA CASA BARROCA

Iniciamos este artículo de Recóndita ciudad con unos apuntes sobre las características generales de la arquitectura doméstica del siglo XVIII, se va perfilando en la centuria anterior con la ampliación de fachada, aumento de vanos y creación de patios principales. Caserío que inunda nuestras calles formando una parte importante de nuestro patrimonio cultural. En otros números abocetaremos, casa por casa, la descripción formal de sus elementos, así como la intrahistoria que reflejan el modo de vida de sus distintos moradores.






Podríamos afirmar que la casa barroca del siglo diecisiete es la casa tradicional por excelencia en Sanlúcar, al menos en las capas más elevadas de la población. Se prolonga y toma nuevas funcionalidades en el siglo siguiente, aparte de la de ser habitat. Adopta otros elementos barrocos en sus portadas, pero injerta también notas clasicistas sobre todo en la volumetría y en la distribución de espacios, que nada tiene que ver con el neoclásico isabelino del siglo romántico. En la casa dieciochesca han desaparecido ya las portadas apeaderos con acceso a un patio secundario de caballerizas.




Tanto el alto como el barrio bajo conserva estas casas, si bien en aquél se aprecia mayor número, en una diferencia porcentual de casi diez. En general, presentan dos plantas con cubiertas de tejado árabe de seis y medio a poco más de ocho metros de altura. Pueden tener una tercera planta de menor altura que las anteriores, el sobrado o “soberao”, donde también se abren balconcillos, y en cuyos tejados, en contadas ocasiones, se insertan unas buhardillas miradores o mansardas. En la crujía exterior, puede erigirse una torre mirador, que generalmente suele crecer desde la segunda planta en la línea de fachada.




La planta baja gana mayor altura que la alta, pues el comerciante mayorista la emplea para depósito de mercancías, vinos y aceites etc. Con poca frecuencia, esta planta abre unas ventanas altas bastante alejadas del suelo bien para la ventilación del almacenado, o para luz, necesarias cuando se introduce un entresuelo con función de oficina o de secadero de grano -idéntica función que el soberado-.
Por la parte superior, carece la casa barroca originaria de pretil o antepecho en la línea de azotea. En posteriores remodelaciones, incluso se coloca sin aplanar techumbre, escondiendo su tejado a dos aguas.
La casa barroca, siempre atemperada ornamentalmente, deriva de la renacentista que, a su vez retoma desde su interpretación de lo grecolatino el modelo morisco andalusí. La casa barroca mantiene el zócalo en la parte inferior, que pervivirá en el pasar del tiempo, variando en altura y tipo de material.







Los huecos del muro exterior tienen las mismas proporciones en ¡as dos plantas, son amplios en superficie y separación entre ellos. Los cierros están enrejados, o a ras del muro sobre, o sobre una larga bandeja de notable vuelo si se comparan con los de la casa decimonónica, la que, además, añade miradores y pequeños balcones con caja de madera acristalada. También se rodean con un marco de suave resalte de unos treinta y cinco centímetros.
Sobre la portada, se coloca un gran y a veces único balcón de doble largo y mayor vuelo que los cierros. De la bandeja de los balcones, salen como ramas de hojarascas jabalcones de hierro forjado -en algunos casos-. Los balcones pueden coronarse con guardapolvos de pizarra con filigranas de hierro y escuadras con cantos en roleos al igual que los cierros.
En líneas generales, dos tipos de portadas, sobre las que recae el balcón principal, conviven en el siglo de las luces: la tradicional de ladrillo enfoscado y en resalte simple formando una letra hache de brazos cortos, atravesada por un moldurón; de ésta deriva otra de resalte compuesto que, o bien se rodea con moldura (rota en el centro del dintel con una cartera para colocar el móvil blasón), o bien se le añade un friso-cornisa con canecillos cúbicos -dentículos-, o la suma de ambos.




Y la barroca dieciochesca conjuga tres variantes según formas y material: la apilastrada (dos pilastras con cimacio -de orden compuesto- que sustentan un friso más entablamento volado que recoge la bandeja del balconaje) y con molduras mixtilíneas alrededor del hueco, ya de ladrillo -casa trilliza de Pedroso en calle Eguilaz, o la de Arizón-, ya de piedra que incluso bordea el hueco del balcón principal como la casa de Ledesma (calle Carmen esquina Carril), la del Pelícano (calle Caridad). Y la portada con el mismo esquema anterior, pero con pedestal más columnas semiexenta: Casa Consistorial, la de Gómez de Barreda, la de Monteros, etc.