sábado, 14 de diciembre de 2019

ALMACENES, TABERNAS Y MONTAÑESES


Llamada a desaparecer está la ecuación almacén-taberna-montañés. Primero porque los economatos y luego los hipermercados han devorado a al pequeño comercio de ultramarino, segundo porque sólo han resistido algunas tabernas al empuje del bar o la cafetería, y tercero porque el goteo multisecular de emigrantes ha quedado casi cerrado.
Algunos almacenes -como el de la ilustración, “Almacén 1888”- han cambiado su función convirtiéndose en pub y conservando la estantería y el mostrador que se conservan al modo de resto etnográfico o arqueológico, o bien  han modernizado sus formas.
Denominado también abacería por ser el “abaz” o estantería o aparador donde se muestran los alimentos, solían contar con el almacén propiamente dicho, la taberna y la trastienda o depósito. Y se diferencia la taberna, tabanco, cantina o bodeguita -despacho sólo de vinos- del colmado, mesón o bodegón donde se servían comidas.
Desde que se instala el montañés hasta que su carrera económica, a fuerza de trabajo y privaciones, culmina con los negocios al por mayor o de viñas-bodegas y con la salida de detrás de mostrador, se sucede un proceso similar, tanto en el siglo pasado como en los primeros del nuestro, en el que nada más que varía el ritmo. La celeridad en la carrera del capitalismo aumenta con el cambio de estructuras del antiguo al nuevo régimen y a las coyunturas generalmente críticas que favorecen los préstamos y las compraventas por deflación a aquellos que tienen acumulado capital o buena moneda de oro.
Este fenómeno surgido sobre todo en zonas costeras o en ciudades bien comunicadas con cierto flujo comercial y en el caso de Andalucía no antecede a la industria, ya que el capital se invierte en la tierra, o en bienes inmuebles. Imitando a las clases altas, la nueva burguesía abandona otras posibilidades de inversión, al decir de Jover, renuncia al dinámico riesgo comercial por un vivir seguro o de rentas fijas.
La mentalidad de los montañeses “triunfadores” procura olvidar e incluso borrar, como si fuera una mancha, como una impureza de sangre al estilo de los cristianos nuevos, que inició su andadura comercial detrás de un mostrador o de ese “cinturón de palo” que afea la genealogía del noble castellano viejo. El propio refranero popular trata tan mal a la tríada almacén-taberna-montañés, que se comprenden las amnesias históricas.
En cuanto a la nobleza, del mismo modo el refranero afirma que duda: Montañés, hidalgo es, la hidalguía de la Montaña, dos cucos y  una castaña, ni amor mudo, ni montañés sin escudo. Su carácter austero, casi tirando a la miseria se enuncia así: Las chátaras (alpargatas) del montañés, duran meses cuatro veces tres; tres con pelo, tres sin él, tres rotas, y tres en espera de otras. Mala fama e impopularidad recibe sólo por su origen geográfico: Gallegos, montañeses y asturianos, primos hermanos o los enemigos del alma son tres: gallego, asturiano y montañés. Hay que tener en cuenta que los burgaleses, riojanos de Álava y Logroño entran en el mismo lote, pues hasta la creación de la provincia como territorio administrativo, parte de éllas pertenecía a la Montaña. También en el grupo de los “norteños”, sobre todo al principio de nuestro siglo, cuando es mayor el movimiento migratorio, se considera a los de Palencia, Zamora y Soria: De Burgos a la mar, todo es necedad. También es objeto de chanza el habla: Si naciste en la Montaña dirás jorcinas, junchas y engarra.
Si encima de ser montañés se es comerciante, entonces se califica de vileza: mandil y vara de medir, oficio vil. O de pícaro o granuja: Montañés, mala res: cada tunante vale por tres; montañesillo, despierto y ladroncillo; al montañés, ni le fíes, ni le des; tendero y ventero, van al infierno por el mismo sendero; ventero y ladrón son dos palabras, pero una cosa son; de ventero a ladrón no hay más que un escalón.
  Normas para el tendero: Nadie abra tienda para hacer amigos, sino para hacer dinero; el que tenga tienda que la atienda; el tendero fullero, roba en la cantidad, en el peso y en el precio; tienda de lo que entiendas; ventero a la puerta, venta desierta; una fuente junto a una taberna, deshonra le lleva.
La sabiduría popular considera la taberna como buen negocio: ni lugar sin taberna, ni puta sin alcahueta; taberna de buen vino hace al tabernero rico; tabernero diligente de quince arrobas hace veinte. Los del siglo XIX encontrarán su filón en las leyes de desamortización, mientras que los del pasado siglo lo encontrarán en el de la guerra y posguerra civil.
A veces el almacén tomaba carácter financiero, realizando el montañés préstamos de diversa índole. Nunca su casa sería “la tiendecilla de la media rosca, papel de estraza y cargada de mosca, sin embargo la impopularidad sería mayor: Quien me presta me ayuda a vivir y me gobierna. Quien presta sin tomar prendas, los cabellos se mesa. Quien quisiere cobrar enemigos, preste dinero. El corazón del usurero, tiene callos y pelos. Caudal de usura, dos generaciones dura. De padres usureros, hijos poderosos y nietos pordioseros. 


        
  Benigno Barbadillo Ortigüela         



 En las ilustraciones aparecen cuatro montañeses que ascendieron del simple almacén al ser propietarios y almacenistas de vino: Benigno Barbadillo Ortigüela (Covarrubias-Burgos, 1773-1837), León Argüeso Argüeso (Arija-Burgos, 1801-1880), Pedro Rodríguez Santiago (Hoz de Chiada-Burgos, 1816-1892) y Diego Linares Obeso (Barrio-Santander, 1817-1889). Representan la conquista económica y social de la clase media decimonónica en Sanlúcar. Menos Argüeso -el último en cerrar el almacén-, los otros casaron con sanluqueñas hijas de montañeses: Barbadillo y Rodríguez con Dolores Díez Rodríguez, y Linares con Rosa Paz Zavalsa; y no casualmente con cerca de cuarenta años

viernes, 17 de marzo de 2017

LA CASA DEL KILÓMETRO






En la calle de San Juan número 36, se encuentra esta formidable casa lindera con la de “Muebles Muñoz” y frente al edificio de telefónica. Su apariencia externa isabelina, fruto de la renovación que en 1859 realiza la familia Otaolaurruchi, como revela su cancela, esconde una magnífica casa de tipología barroca consolidada en el siglo XVIII, a tenor del apogeo de la familia que la habitó: los Eón del Porte.
Se reconoce su fachada por tener cinco huecos en el bajo y en el alto, siendo estos últimos caracterizados por tener en la bandeja de sus cierros extremos y, en sus balcones unos juegos de labradas ménsulas; y enmarcados con molduras en varios relieves. Como nota curiosa, resalta una pequeña placa de mármol donde se indica “K 24”, o sea los veinticuatro kilómetros que desde la Oficina de Correos de Jerez mediaba a la de Sanlúcar, pues esta casa también albergó otra Posta en su bajo, a mitad del pasado siglo.
La plata rectangular imperfecta, con lado ancho en la fachada -23,60 m.- y largo de 41, 70 m., mide una superficie de 962 metros cuadrado.
Al traspasar la puerta de librillos y el portón nos encontramos con una casa-puerta ricamente decorada: zócalo, techo de escayola pintado y marco de la cancela con hermosas enjutas. El patio principal de grandes dimensiones (242 metros cuadrados) gira alrededor de cuatro galerías soportadas con columnas y arcos de medio punto, y en su centro una sencilla pero bonita fuente. Quizás sea de los patios domésticos sanluqueños mejor planteado, y tan noble como los claustrales, si bien la solería levantada y puesta de nuevo en las obras recientes de mármol o no es la original, pues según tradición era de Carrara, o es la misma pero tan pulimentada que ha perdido la pátina de su antigüedad. Tras el patio había un pequeño jardín, con cierres de puertas de librillo, que iluminaba la parte trasera de la casa, donde en el alto solía estar el comedor y la cocina, recibiendo el haz de luz del que carecía el solar por detrás al no llegar a la otra calle o al no hacer esquina. Actualmente esta pavimentado y se ha instalado una piscina.
Pero la categoría de la casa estriba en la abundancia de artesonados, tanto en los salones como en los dormitorios y otras estancias, y por supuesto en el techo de la escalera -sin balaustrada- y suelo de prestancia, que el actual propietario ha restaurado con esmero. Bastante se asemeja al estilo mudejar de la techumbre de la Iglesia de la O y de la Trinidad, que en pocas casas hoy se conservan (Casas en Bolsa-Carril-Almacén, y estrecha de Santo Domingo), propias de comerciantes con América e importadores de madera, cuya época dorada fue desde el punto de vista de la carpintería en el siglo XVII sobre todo, y XVIII, donde florecieron prolíficamente en nuestra iglesias los retablos barrocos. Del mismo modo y sin menoscabo, que la producción de toneles y cajas de roble americano para el traslado de mercancías.
Por el Catastro de 1752, tenemos referencia de esta casa como propiedad de la Capellanía que fundó Catalina Romero Eón del Porte en el Colegio de la Santísima Trinidad. Compuesta de alto y bajo medía 24 varas de frente y 41 de fondo (la vara equivale 83, 59 cm.). Lindaba por una parte con casas del Convento de madre e Dios y por la otra con la de Félix Martínez de Espinosa. Su arrendamiento anual se estimaba en 1.820 reales. Contenía también una bodega de 1.800 arrobas, valorada en 450 reales de renta anual por arrendamiento; y un granero con cabida para mil fanegas de trigo con renta anual de 250 reales. Dos censos gravaban la finca: uno por un capital de 33.000 reales a favor del convento de los mercedarios y otro de 3000 a favor de la Esclavitud de Ntra. Sra. de los Dolores.
Según el Registro de la Propiedad, en inscripción de 1866, dicha casa estaba gravada con 19.400 reales de capital para satisfacer por cada año de rédito, por una parte 312 reales para la aplicación de cincuenta y dos misas rezadas a seis reales cada una, que debían de celebrarse todos los viernes en el altar de N. S. de los Dolores dela iglesia de la Trinidad; y por otra parte 260 reales cuyo fin era comprar seis arrobas de aceite para la luz diaria del dicho altar. En 1898 quedó redimido el censo sobre la finca procedente de la capellanía fundada por Catalina Romero Eón del Porte, que en pesetas eran 4.850 de capital, y renta anual de 145, pagándose a las “Arcas del Erario Arzobispal”.

viernes, 28 de enero de 2011

EL RECREO DE "EL PICACHO" ( y 2)

LOS DIAZ DE SARAVIA Y LAS CALASANCIAS HIJAS DE LA DIVINA PASTORA.
Era esta familia originaria de Burgos, del pueblo de Villarcayo, aunque establecidos en Cádiz alrededor de 1731.  Manuel Díaz de Saravia formó parte del Consulado de Comercio, fue elegido para ocupar la máxima dirección, la de Prior.[i]  Esta institución que agrupaba a los comerciantes o cargadores a Indias, contó también entre sus matriculados con Ignacio Díaz de Saravia, sobrino del anterior, burgalés, en 1759. De los negocios que aquel tuvo con ultramar se estimó en 1771 unos beneficios de 3.200 pesos anuales, al igual que en a1 año siguiente donde tío y sobrino aparecían contribuyendo al Consulado. A partir de 1777, el segundo se integra en la Sociedad de Amigos del País de Sanlúcar de Barrameda, vinculándose más a la vida política y social de la ciudad. Como los demás ilustrados sanluqueños, los Amigos del País fueron afrancesados y adictos a Napoleón a cuyo ejército no opusieron resistencia cuando fue invadida Sanlúcar, y para colmo también rindieron homenaje a José Bonaparte a su llegada en 1811 con una gran fiesta nocturna en el Recreo de El Picacho.[ii]


Fuente representando a las cuatro partes del mundo o continentes



De 1848 a 1850 Josefa Díaz de Saravia cedió su Recreo para que pasasen las temporadas de verano a los Duques de Montpensier, así como en 1862 también prestó El Picacho con el fin de alojar a la reina Isabel II y a su consorte, si bien la propietaria no pudo venir de Cádiz para recibirlos “a causa de sus achaques”.  Viuda de el bodeguero gaditano Vicente Cortés Chacón (+1848), que en 1845 contaba en su empresa con un activo de cerca de seis millones de reales.[iii]  Josefa Díaz de Saravia vivía en Cádiz en la calle San Francisco 21, del Barrio del Correo, (aunque era de Sanlúcar, tenía 68 años) junto a sus sirvientes un gallego y un matrimonio sanluqueño, además de su hija Rosario Cortés Díaz de Saravia, la cual estaba casada con Francisco Cervero de Valdés, Teniente Alcalde de Cádiz (1859-1860) y fundador del Círculo Moderado, burgués que en 1862 pagaba 182 escudos de contribución territorial.[iv]
 En 1875 Cervero pedía permiso al Ayuntamiento de Sanlúcar para ensanchar la portada de su posesión de El Picacho por el Carril de San Diego.[v]
Otra hija de Josefa fue Araceli Cortés y Díaz de Saravia, que había casado con Joaquín Ramirez y Poblaciones, natural de Lucena (Córdoba).

Tras una serie de ventas por los Díaz de Saravia de todas las casas de alrededor del recreo, queda en 1904 una agrupación de dos casas la 14 y 16 constituida junto al Recreo en una agrupación y son la nuevas dueñas Ángeles González León, Concepción Hidalgo Rodríguez, Flora Casau de los Ríos, Luisa Villega García, Francisca Pérez Morgado, Julia Requena García, Natividad Márquez Romero y Rosa Machado Oliva, todas mayores de edad, solteras, religiosas (de la Divina Pastora, luego Calasancias) y vecinas de Sanlúcar, adquiriéndola proindivisamente y por octavas partes iguales. Esta compra se realiza, gracias al enorme esfuerzo y sinsabores del P. Faustino Míguez, con las limosnas obtenidas en su mayoría procedentes de dar  sus productos farmacéuticos:



¿Te parece poco lo que ahora me sacrifico por el Colegio de Sanlúcar? Nadie podía imaginarse que un pobre Viejo y ramplón, como éste pueda proporcionarle una casa con un jardín regio adyacente de tanto valor?
¡Y gracias mil al Señor, que sin molestar a nadie he podido atender a tanto¡
Casas, Picacho, picachillo, pinar y viña. Mentira parece…
¡Dichoso Picacho y dichosa la hora en que os acordasteis de comprarlo¡ ¡Cuánto disgusto y sacrificio¡[vi]


jueves, 6 de enero de 2011

EL RECREO DE "EL PICACHO" (1).

Con el nombre de Picacho se denominaba en el siglo XVIII a una de las arboledas situadas a la espalda del Carril de San Diego y pegando con el cercado del convento del mismo nombre –posteriormente Hospital de San Diego-, y probablemente con la propia calle de Sevilla. Por extensión, el nombre de Picacho fue tomado por el recreo y jardín que integraba no sólo a la arboleda, sino a una suerte de viñas y varias casas que iban Carril abajo hasta la calle de la Alcoba, donde igualmente otras tantas lo rodeaban. En la actualidad ha desaparecido como tal, y fragmentado en varias propiedades de las que sólo el Colegio situado en la Avenida de la Constitución ha conservado su nombre.

   El recreo, formado por la familia Díaz de Saravia, estaba atravesado por el arroyo de San Blas que nacía en la calle de Sevilla hasta llegar a la calle de la Alcoba y San Francisco – o luego Fariñas- seguía por la de San Nicolás hasta el Barrio –también llamado de los Gallegos-. Debido a los perjuicios que ocasionaban sus aguas, en 1777, Manuel Díaz de Saravia solicitaba al Ayuntamiento encauzarlo con material a cambio de que se le concediera la propiedad, accediendo positivamente el Cabildo:[i]
   Ilmo. Sr: Dn. Manuel Diaz de Saravia, vecino, y del comercio de la ciudad de Cádiz, Residente en esta, dice: a comprado una Arvoleda a espalda del carril de San Diego lindando con la cerca de su convento, y nombran la arboleda del Picacho, en donde ha hecho un Paseo, para su recreo y diversión: Y asimismo a comprado, cuatro aranzadas de viña inmediatas a la dha Arvoleda, de la que solamente la divide un Arroyo, por donde corren todas las Aguas qe. Ocurren a la calle de Sevilla, y por otro nombre [conocido] de Sn. Blas, y va el dho Arroyo por entre la referida Arvoleda del Picacho, la viña del supte., Arvoleda de D. Fernando Albrech, y huerta de los herederos del Alferez Juan Grande, y sale a el Varrio de los Gallegos; cuio Arroyo esta terriso, y se lleva el peso y corriente de las aguas, la tierra, y arena, hasiendo escavaciones, y derruvios, rovando cada vez mas, y toda la tierra, y arena que se lleva queda emvalsada, y detenida en las calles publicas de dicho Varrio, en perjuicio de las casas y de sus vecinos; Para cuio Remedio, y evitar el daño de las excavaciones en la Arvoleda y viña del Spte. A determinado este componer el dho Arroyo, desde la calle nominada de Sevilla, asta el fin de la Arvoleda, asegurando los costados de una y otra vanda con ovras de forma qe. el agua no pueda salir del dho. Arroyo, ni hacer varranca ni excavaciones, y concluido esto, continuar en adelante según, y como regule por Conveniente hasta donde le paresca y siendo todo el expresado Arroyo servidumbre comun, y sitio valdio: Para resolverse el Spte. A hacer dha ovra, qe. sera costosa, quisiera merecer la gracia de la Propiedad del citado Arroyo, y sus pertenencias.
Spca. A V Illma. Se sirva concedersela vaxo la obligación qe haze de componerlo a su costa en los terminos propuestos, cuyo favor espera merecer de V. Illma., a quien prospere Dios en sus mayores Anges. Manl. Diaz Saravia.

   Durante más de cien años fue este recreo, de “cinco fanegas de tierra bien cercadas”, uno de los atractivos más ensalzados por diversos escritores. Desde el barrio Bajo se accedía por el Carril, bien por la casa principal -donde hoy está el Colegio de la Divina Pastora (Calasancias)-, bien a través de una vereda, que formaba arcos en estalactitas, a la izquierda de la casa. Hacia arriba había varias casas más modestas, probablemente para le servidumbre, y hacia abajo tres casas casi idénticas que Díaz de Saravia habría construido como dependencias secundaria, del estilo de las gaditanas, con patio de tres galerías. Todas se reconocen por tener junto a sus puertas un azulejo indicando el número de la casa más el anagrama del apellido Saravia, y por el cornisamiento de las fachadas consistente en un pretil corrido que se interrumpe con unos merlones polilobulares.

   En la parte media del Recreo se construyó un mirador, que aún conserva la congregación calasancia, y en la zona más alta en lo que actualmente es el Colegio de El Picacho, es probable que además de un pozo de agua para surtir al jardín, hubiese alguna otra edificación. En 1788, al viajero Antonio Ponz le sorprendió la belleza de este recreo, por el que consideró merecer solamente la pena visitar Sanlúcar:[ii]

    […]Antes de pasar de aquí voy a hablar de un establecimiento moderno, y es el sitio y casa de recreo llamada del Picacho, con sus jardines, huertas y plantaciones, perteneciente a Don Ignacio Díaz de Saravia, vecino de Cádiz y residente, la mayor parte del año, en este amenísimo sitio que ocupa la parte elevada de la ciudad.
   7. No es ponderable el gusto que tuve de verlo todo y de conocer a un sujeto de este humor, que ha sabido convertir con sus riquezas estos que se podían antes derrumbaderos en un verdadero recinto de delicias, sin haber reparado en gastar una docena de millares de pesos ni detenerse en lo que todavía tiene pensamiento de gastar. Con esta empresa, que sirve de singular ornamento a la ciudad y varias casas que ha edificado en ella, ha mantenido en los últimos inviernos muchos pobres jornaleros que aquí llaman braceros y muchachos infelices cuando no hallaban trabajo en otras partes, pues aquí no hay fábrica ni más industria que las labores del campo, y cuando estas faltan, quedan los pobres muy mal, como en los demás pueblos donde no hay industria alguna.
   8. El espacio de este sitio de recreo es de cinco fanegas de tierra, todo él cercado y con un buen repartimiento. La habitación, que es muy cómoda, en elevación al piso de hermosos jardines de flores. Hay abundantes naranjales de las mejores castas de España y hasta del reino de Marruecos; asimismo frutales de todas clases, tanto de las provincias de España como de las de fuera de ellas; y, para decirlo en una palabra, tiene don Diego en este frondoso recinto todas las especies de frutales que conocemos y algunas que no se conocen; calles cubiertas de emparados y otras mil cosas que sería largo de contar; pero no debo omitir una de las partes de más recreo del Picacho, y es el mirador que hay en lo más alto, desde el cual se descubre perfectamente gran parte del Guadalquivir y del Océano, los pinares del coto de Doñana, que está al otro lado del río; los de Chipiona, etc. Se han establecido fuentes y surtidores y otros juegos de aguas, con depósitos de las mismas, habiéndola buscado a grandes gastos fuera del recinto y conduciéndola por cañería cerrada el trecho de más de seiscientas varas. Le aseguro a usted que por ver este sitio se puede dar por bien empleado el viaje a Sanlúcar.

viernes, 31 de diciembre de 2010

GALERÍAS MIRADORES

Si damos una vuelta por Barrio Alto de Sanlúcar recorriendo tanto la barranca que sería como un natural lienzo de muralla de la vieja Sanlúcar, como si seguimos su trazado por la calle Almonte y Caridad nos sorprenderán los vestigios de un elemento de la arquitectura doméstica vinculada al patriciado urbano del siglo XVIII que han tomado entre otros modelos el Palacio de los duques de Medina Sidonia. Se trata de las galerías miradores, unidas al jardín y planteadas para ver y ser vistas desde la calle. Estas logias se abren en la crujía trasera de la casa, orientadas algunas veces al jardín escarpado y extendiéndose hasta barranca.
Sus moradores quisieron hermosear estos “belvederes” dando tanto a la galería alta -que es la excepcional- como a la baja un tratamiento formal rico en su composición; sin regateos. Colocan danzas de arcos -sobre columnas y pilares- abiertos y con barandillas o pretiles.
El precedente de logias esta en el palacio ducal.

En la zona sur, concretamente en el apeadero o picadero donde los carruajes entraban por la Cuesta de Belén, ya encontramos una galería alta y baja con arcadas de columnas. Pero sin pretil desde donde se divisa no sólo el propio picadero, sino el jardín y una panorámica de Sanlúcar hacia el mar. Ya menos retranqueda de la muralla y al este del Palacio frente al mar, el palacio nos ofrece diversas galerías,





lunes, 27 de diciembre de 2010

LA CASA BARROCA

Iniciamos este artículo de Recóndita ciudad con unos apuntes sobre las características generales de la arquitectura doméstica del siglo XVIII, se va perfilando en la centuria anterior con la ampliación de fachada, aumento de vanos y creación de patios principales. Caserío que inunda nuestras calles formando una parte importante de nuestro patrimonio cultural. En otros números abocetaremos, casa por casa, la descripción formal de sus elementos, así como la intrahistoria que reflejan el modo de vida de sus distintos moradores.



jueves, 23 de diciembre de 2010

GUIÑOS REPUBLICANOS

Desde la proclamación de la I República hasta su caída, en todas las ciudades y pueblos se produjeron cambios simbólicos que, debido a su visualización o vocalización repetida, sirvieron para no sólo conmemorar el acontecimiento del cambio del régimen sino para la propia aculturación de la población.



Por supuesto, todas las calles con toponimia borbónica, ya de la Casa Real ya de la Casa de los Orleáns-Borbón desaparecieron del nomenclator y trocaron de nombres. Algunas de éstas habían sufrido el cambio con anterioridad a la proclamación de la República. Aún no habiéndose podido con los nombres tradicionales, ni con el peso de la costumbre volvieron a recibir nuevas cartelas y denominaciones. La plaza del Pradillo (de San Juan) se llamó Plaza de la República (1932); la Calzada de la Infanta se denominó con el nombre de un republicano de raíces burguesas: Paseo de José Colom y Víctor; así como la calle de la Victoria donde tuvieran la casa matriz la potentada familia heredera de Eduardo Hidalgo Verjano, se llamó José Hidalgo Colom, personaje republicano y de convicciones religiosas similares al anterior, y probablemente masón. La emblemática Calzada (que se había llamado de la Reina la Mercedes) se transforma en Avenida de la Republica.