jueves, 6 de enero de 2011

EL RECREO DE "EL PICACHO" (1).

Con el nombre de Picacho se denominaba en el siglo XVIII a una de las arboledas situadas a la espalda del Carril de San Diego y pegando con el cercado del convento del mismo nombre –posteriormente Hospital de San Diego-, y probablemente con la propia calle de Sevilla. Por extensión, el nombre de Picacho fue tomado por el recreo y jardín que integraba no sólo a la arboleda, sino a una suerte de viñas y varias casas que iban Carril abajo hasta la calle de la Alcoba, donde igualmente otras tantas lo rodeaban. En la actualidad ha desaparecido como tal, y fragmentado en varias propiedades de las que sólo el Colegio situado en la Avenida de la Constitución ha conservado su nombre.

   El recreo, formado por la familia Díaz de Saravia, estaba atravesado por el arroyo de San Blas que nacía en la calle de Sevilla hasta llegar a la calle de la Alcoba y San Francisco – o luego Fariñas- seguía por la de San Nicolás hasta el Barrio –también llamado de los Gallegos-. Debido a los perjuicios que ocasionaban sus aguas, en 1777, Manuel Díaz de Saravia solicitaba al Ayuntamiento encauzarlo con material a cambio de que se le concediera la propiedad, accediendo positivamente el Cabildo:[i]
   Ilmo. Sr: Dn. Manuel Diaz de Saravia, vecino, y del comercio de la ciudad de Cádiz, Residente en esta, dice: a comprado una Arvoleda a espalda del carril de San Diego lindando con la cerca de su convento, y nombran la arboleda del Picacho, en donde ha hecho un Paseo, para su recreo y diversión: Y asimismo a comprado, cuatro aranzadas de viña inmediatas a la dha Arvoleda, de la que solamente la divide un Arroyo, por donde corren todas las Aguas qe. Ocurren a la calle de Sevilla, y por otro nombre [conocido] de Sn. Blas, y va el dho Arroyo por entre la referida Arvoleda del Picacho, la viña del supte., Arvoleda de D. Fernando Albrech, y huerta de los herederos del Alferez Juan Grande, y sale a el Varrio de los Gallegos; cuio Arroyo esta terriso, y se lleva el peso y corriente de las aguas, la tierra, y arena, hasiendo escavaciones, y derruvios, rovando cada vez mas, y toda la tierra, y arena que se lleva queda emvalsada, y detenida en las calles publicas de dicho Varrio, en perjuicio de las casas y de sus vecinos; Para cuio Remedio, y evitar el daño de las excavaciones en la Arvoleda y viña del Spte. A determinado este componer el dho Arroyo, desde la calle nominada de Sevilla, asta el fin de la Arvoleda, asegurando los costados de una y otra vanda con ovras de forma qe. el agua no pueda salir del dho. Arroyo, ni hacer varranca ni excavaciones, y concluido esto, continuar en adelante según, y como regule por Conveniente hasta donde le paresca y siendo todo el expresado Arroyo servidumbre comun, y sitio valdio: Para resolverse el Spte. A hacer dha ovra, qe. sera costosa, quisiera merecer la gracia de la Propiedad del citado Arroyo, y sus pertenencias.
Spca. A V Illma. Se sirva concedersela vaxo la obligación qe haze de componerlo a su costa en los terminos propuestos, cuyo favor espera merecer de V. Illma., a quien prospere Dios en sus mayores Anges. Manl. Diaz Saravia.

   Durante más de cien años fue este recreo, de “cinco fanegas de tierra bien cercadas”, uno de los atractivos más ensalzados por diversos escritores. Desde el barrio Bajo se accedía por el Carril, bien por la casa principal -donde hoy está el Colegio de la Divina Pastora (Calasancias)-, bien a través de una vereda, que formaba arcos en estalactitas, a la izquierda de la casa. Hacia arriba había varias casas más modestas, probablemente para le servidumbre, y hacia abajo tres casas casi idénticas que Díaz de Saravia habría construido como dependencias secundaria, del estilo de las gaditanas, con patio de tres galerías. Todas se reconocen por tener junto a sus puertas un azulejo indicando el número de la casa más el anagrama del apellido Saravia, y por el cornisamiento de las fachadas consistente en un pretil corrido que se interrumpe con unos merlones polilobulares.

   En la parte media del Recreo se construyó un mirador, que aún conserva la congregación calasancia, y en la zona más alta en lo que actualmente es el Colegio de El Picacho, es probable que además de un pozo de agua para surtir al jardín, hubiese alguna otra edificación. En 1788, al viajero Antonio Ponz le sorprendió la belleza de este recreo, por el que consideró merecer solamente la pena visitar Sanlúcar:[ii]

    […]Antes de pasar de aquí voy a hablar de un establecimiento moderno, y es el sitio y casa de recreo llamada del Picacho, con sus jardines, huertas y plantaciones, perteneciente a Don Ignacio Díaz de Saravia, vecino de Cádiz y residente, la mayor parte del año, en este amenísimo sitio que ocupa la parte elevada de la ciudad.
   7. No es ponderable el gusto que tuve de verlo todo y de conocer a un sujeto de este humor, que ha sabido convertir con sus riquezas estos que se podían antes derrumbaderos en un verdadero recinto de delicias, sin haber reparado en gastar una docena de millares de pesos ni detenerse en lo que todavía tiene pensamiento de gastar. Con esta empresa, que sirve de singular ornamento a la ciudad y varias casas que ha edificado en ella, ha mantenido en los últimos inviernos muchos pobres jornaleros que aquí llaman braceros y muchachos infelices cuando no hallaban trabajo en otras partes, pues aquí no hay fábrica ni más industria que las labores del campo, y cuando estas faltan, quedan los pobres muy mal, como en los demás pueblos donde no hay industria alguna.
   8. El espacio de este sitio de recreo es de cinco fanegas de tierra, todo él cercado y con un buen repartimiento. La habitación, que es muy cómoda, en elevación al piso de hermosos jardines de flores. Hay abundantes naranjales de las mejores castas de España y hasta del reino de Marruecos; asimismo frutales de todas clases, tanto de las provincias de España como de las de fuera de ellas; y, para decirlo en una palabra, tiene don Diego en este frondoso recinto todas las especies de frutales que conocemos y algunas que no se conocen; calles cubiertas de emparados y otras mil cosas que sería largo de contar; pero no debo omitir una de las partes de más recreo del Picacho, y es el mirador que hay en lo más alto, desde el cual se descubre perfectamente gran parte del Guadalquivir y del Océano, los pinares del coto de Doñana, que está al otro lado del río; los de Chipiona, etc. Se han establecido fuentes y surtidores y otros juegos de aguas, con depósitos de las mismas, habiéndola buscado a grandes gastos fuera del recinto y conduciéndola por cañería cerrada el trecho de más de seiscientas varas. Le aseguro a usted que por ver este sitio se puede dar por bien empleado el viaje a Sanlúcar.


   Otras dos descripciones de 1858, una del historiador e ingeniero militar Fernando Guillamas y Galiano y otra del escritor Antonio de Latour, ambos servidores del Duque de Montpensier, también nos permiten imaginar este recreo, que fue residencia de los Orleáns-Borbón durante dos veranos, antes de que construyeran su palacio en la Cuesta de Belen. Guillamás[iii] además de apuntar que ya estaba algo descuidado, relata como el recreo descendía en terrazas desde la parte más elevada de la ciudad hasta el Carril de San Diego, donde se cultivaban flores, huertos con toda clase de frutos, algunos traídos del extranjero: naranjales, higueras, granados, etc. Alamedas, calles cubiertas de emparrados, fuentes –como la todavía existente de “las cuatro partes del mundo”, surtidores y juegos de aguas con sus depósitos y cañerías procedentes del exterior de la finca formaban este desordenado recreo.

   Latour,[iv] ese francés tan admirado por Fernán Caballero, que también conoció el recreo y permaneció más tiempo en Sanlúcar, lo describe bellamente y con sinceridad, aprovechando para realizar un símil poético con un pensamiento a modo de “beatus ille”:

   Picacho quiere decir pico, promontorio. El jardín que lleva este pintoresco nombre se eleva como un anfiteatro y se encuentra adosado a la ciudadela. Está bastante mal diseñado, mal conservado, pero es tan rico en flores, en agua y verdor atravesado por una alameda tan inspirada que uno se acostumbra a este desorden lleno de misterio y sorpresas. Allí hay de todo, naranjos de dorado fruto, viñas que transforman en glorietas senderos en los que no se nota la subida de tanta sombra y frescura como tienen, higueras que depositan sus frutos casi en el suelo y granados que ofrecen los suyos a la mano del paseante. Sin fatiga alguna y mediante una serie de terrazas desde la que, cuando uno se vuelve, la vista abarca el horizonte más amplio, se llega hasta un magnífico pino de Italia que, aunque mutilado por un rayo, se divisa a varias leguas. Por poco que uno se haya detenido a contemplar este sublime panorama, el jardín, a la vuelta nos parece mezquino y pequeño. Pasaremos con desdén ante la fuente ornamentada de estatuas de terracota que representan las cuatro partes del mundo y sonreimos al leer el nombre de los señores de la casa escrito en macizos de boj como las armas de los reyes de España en los jardines del Alcázar de Sevilla. ¡Ay! ¿No es así como al bajar la pendiente de la vida poco a poco que uno se haya elevado, ve sin placer el camino que tan suave al principio y tan humilde a veces condujo a tan soñado promontorio? Dichoso aquel que se marco una meta más cercana, que tuvo la prudencia de sentarse para acabar de vivir y morir en alguna alameda angosta, aunque fresca y sombreada, sin proseguir jadeante hasta la cima donde la mirada domina un paisaje más amplio pero donde nadie puede eternamente descansar bajo el pino de Italia.

   En 1853, la huerta y jardín del Picacho estaba declarada, a efectos fiscales, siendo sus propietarios los herederos de Vicente Cortés Chacón –marido de Josefa Díaz de Saravia y Díaz de Saravia- de la siguiente manera:

-2 y ½ aranzadas de frutales sin otra siembra, o sean naranjales.
-2 y ½ aranzadas de tierra de secano de primera clase.
-2 y ½ aranzadas de viña de barro de secano de tercera clase.

   Además de otra propiedades rurales, contaban en el lindero pago de Santa Brígida con 7 y ½ aranzadas de viña de barro de secano de cuarta clase. Rodeaban al recreo seis casas por el Carril numeradas del 1 al 7, dos de ellas con bodega, y por la calle de la Alcoba tres inmuebles con los números 8 al 10, el primero como tahona y los otros como casas bodegas. Igualmente poseían los herederos de Cortés cinco casas más en distintas calles (Santo Domingo, San Jorge, Plaza de la Constitución y Rubiños).[v] En 1875 por el Carril de San Diego se ensanchó un hueco, según aparece en una solicitud al Ayuntamiento, no precisándose si de trataba de puerta o ventana.[vi]

   Con mayor rigor y medición aparece la descripción del recreo en el Registro de la Propiedad[vii], donde no están formando un conjunto la mayoría de las casas antes enumeradas. Así pues el recreo en 1879 estaba compuesto por el corralón o picadero, las casas 14 y 16, el jardín y los tapiales. A su vez el jardín se componía del recreo propiamente dicho, al que se denomina “Picachuelo” (primera sección, 1 hectárea 99 área, 78 centiáreas); el terreno de las cañerías (segunda sección, 8 áreas, 83 centiáreas); el sitio del pozo de la noria, llamado “Picacho”; y una suerte de viña, ahora llamada “Arboledilla” (tercera sección, 3 hectáreas, 56 áreas, 36 centiáreas).

   De la primera sección o “Picachuelo” se dice: esta rodeado de tapia ecepto por donde se encuentra enclavado el caserio… de cuyas tapias las del sur son medianeras con la Huerta de San Diego. Su suelo se encuentra poblado de numerosas plantas frutales y de adorno entre las que descuellan el naranjo, peral de diferentes clases, granados, nísperos del Japon, la Polonia, palmeras, cipres, araucaria, pino plata y otras muchas. Se encuentran numerosos y caprichosisimos paseos que por el arte con que han sido trazado facilitan la inspeccion de la finca. En su centro se observan tres jardines en los que abundan los setos formados por yedras, estatuas y jarrones de barro cocido, glorieta, bancos rústicos y demas adornos propio de esta clase de finca. Se encuentra en esta seccion un manantial escaso que se aprovecha para el riego de ella, observandose que a pesar del pozo de la noria y del manantial dicho, esta seccion no puede regarse con la regularidad necesaria por lo que mucho de sus plantas y arboles se encuentran enfermos siendo pues indispensable para conservar esta seccion practicar obras que aunque costosas pueden llevar a ella el agua necesaria para su riego. Encuentrase a la entrada principal de esta seccion un arco formado con estalactitas y piedras irregulares que al par contribuye al embellecimiento contrarresta el empuje de un arco interior de la casa contigua de la izquierda entrando…

   La segunda sección se extiende longitudinalmente desde el punto mas alto del Picacho hasta la calle de Sevilla encontrandose en ella y en el mismo sentido las cañerías que del pozo situado en la tercera seccion conducen las aguas que sirven para riego de las primeras las cuales cruzan las calles de Sevilla y Santa Brigida, no tiene ningun objeto notable ni arboleda alguna…

  De la tercera sección o “Picacho”, lindera con la hijuela de Monteolivete y oeste con cale santa Brigida, se afirma que su perímetro se halla rodeado de vallados y en su centro esta el pozo…y tambien algunos arboles frutales”.

  Concluye el texto del registrador mencionando la suerte de viña llamada “Arboledilla”, pero antes expone su juicio. Estas tres secciones o lo que es igual el jardin del Picacho atendida su situación bellísima, vistas, variedades de plantas y adornos y su cabida total como tambien los costos o de su conservación que hacen tenga poca importancia en la localidad esta clase de finca, la escases de aguas para la alimentación de las plantas causa la falta de vida y lozanía que ellas se notan, lo costosas de las obras que hay que practicar para remediar estas faltas y servidumbres que sobre gravan o estan establecidas hacen que resulten sin incluir todo lo que siendo movible no se encuentre enclavado en el terreno o fabrica.


[i] Archivo Municipal de Sanlúcar de Barrameda. Actas Capitulares: Memorial leído en Cabildo de 30.01.1777. Aprobación en Cabildo de 3.04. Leg. 4774.
[ii] PONZ, Antonio: Viaje de España. Madrid: Aguilar Mayor, 1988. T. 4, pp. 752-753.
[iii] GUILLADAS Y GALIANO, Fernando: Historia de Sanlúcar: Madrid: Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos y de ciegos, 1858. Reproducción facsimilar: Sanlúcar de Barrameda: A.S.E.H.A., Sanlúcar de Barrameda, 1990, p. 196.
[iv] LATOUR, Antonio: La Bahía de Cádiz. Traducción y notas de BERMUDEZ, Lola y DÍAZ, Inmaculada. Cádiz: Diputación de Cádiz, pp.145-146.
[v] A.M.S.B.: Libro de Amillaramientos, 1853-54. Leg. 2063…..ue formaba arcos en estalag
[vi] A.M.S.B.: Actas Capitulares de 1875.
[vii] Registro de la Propiedad de Sanlúcar.