viernes, 17 de marzo de 2017

LA CASA DEL KILÓMETRO






En la calle de San Juan número 36, se encuentra esta formidable casa lindera con la de “Muebles Muñoz” y frente al edificio de telefónica. Su apariencia externa isabelina, fruto de la renovación que en 1859 realiza la familia Otaolaurruchi, como revela su cancela, esconde una magnífica casa de tipología barroca consolidada en el siglo XVIII, a tenor del apogeo de la familia que la habitó: los Eón del Porte.
Se reconoce su fachada por tener cinco huecos en el bajo y en el alto, siendo estos últimos caracterizados por tener en la bandeja de sus cierros extremos y, en sus balcones unos juegos de labradas ménsulas; y enmarcados con molduras en varios relieves. Como nota curiosa, resalta una pequeña placa de mármol donde se indica “K 24”, o sea los veinticuatro kilómetros que desde la Oficina de Correos de Jerez mediaba a la de Sanlúcar, pues esta casa también albergó otra Posta en su bajo, a mitad del pasado siglo.
La plata rectangular imperfecta, con lado ancho en la fachada -23,60 m.- y largo de 41, 70 m., mide una superficie de 962 metros cuadrado.
Al traspasar la puerta de librillos y el portón nos encontramos con una casa-puerta ricamente decorada: zócalo, techo de escayola pintado y marco de la cancela con hermosas enjutas. El patio principal de grandes dimensiones (242 metros cuadrados) gira alrededor de cuatro galerías soportadas con columnas y arcos de medio punto, y en su centro una sencilla pero bonita fuente. Quizás sea de los patios domésticos sanluqueños mejor planteado, y tan noble como los claustrales, si bien la solería levantada y puesta de nuevo en las obras recientes de mármol o no es la original, pues según tradición era de Carrara, o es la misma pero tan pulimentada que ha perdido la pátina de su antigüedad. Tras el patio había un pequeño jardín, con cierres de puertas de librillo, que iluminaba la parte trasera de la casa, donde en el alto solía estar el comedor y la cocina, recibiendo el haz de luz del que carecía el solar por detrás al no llegar a la otra calle o al no hacer esquina. Actualmente esta pavimentado y se ha instalado una piscina.
Pero la categoría de la casa estriba en la abundancia de artesonados, tanto en los salones como en los dormitorios y otras estancias, y por supuesto en el techo de la escalera -sin balaustrada- y suelo de prestancia, que el actual propietario ha restaurado con esmero. Bastante se asemeja al estilo mudejar de la techumbre de la Iglesia de la O y de la Trinidad, que en pocas casas hoy se conservan (Casas en Bolsa-Carril-Almacén, y estrecha de Santo Domingo), propias de comerciantes con América e importadores de madera, cuya época dorada fue desde el punto de vista de la carpintería en el siglo XVII sobre todo, y XVIII, donde florecieron prolíficamente en nuestra iglesias los retablos barrocos. Del mismo modo y sin menoscabo, que la producción de toneles y cajas de roble americano para el traslado de mercancías.
Por el Catastro de 1752, tenemos referencia de esta casa como propiedad de la Capellanía que fundó Catalina Romero Eón del Porte en el Colegio de la Santísima Trinidad. Compuesta de alto y bajo medía 24 varas de frente y 41 de fondo (la vara equivale 83, 59 cm.). Lindaba por una parte con casas del Convento de madre e Dios y por la otra con la de Félix Martínez de Espinosa. Su arrendamiento anual se estimaba en 1.820 reales. Contenía también una bodega de 1.800 arrobas, valorada en 450 reales de renta anual por arrendamiento; y un granero con cabida para mil fanegas de trigo con renta anual de 250 reales. Dos censos gravaban la finca: uno por un capital de 33.000 reales a favor del convento de los mercedarios y otro de 3000 a favor de la Esclavitud de Ntra. Sra. de los Dolores.
Según el Registro de la Propiedad, en inscripción de 1866, dicha casa estaba gravada con 19.400 reales de capital para satisfacer por cada año de rédito, por una parte 312 reales para la aplicación de cincuenta y dos misas rezadas a seis reales cada una, que debían de celebrarse todos los viernes en el altar de N. S. de los Dolores dela iglesia de la Trinidad; y por otra parte 260 reales cuyo fin era comprar seis arrobas de aceite para la luz diaria del dicho altar. En 1898 quedó redimido el censo sobre la finca procedente de la capellanía fundada por Catalina Romero Eón del Porte, que en pesetas eran 4.850 de capital, y renta anual de 145, pagándose a las “Arcas del Erario Arzobispal”.



LOS EÓN DEL PORTE.

Los primeros vestigios de la familia Eón del Porte aparecen en el siglo XVI, si bien con distinta grafía, ya que el apellido de origen extranjero irá transformándose con el paso del tiempo hasta adaptarse al castellano. En 1540 Pedro Jançe solicitaba permiso al Cabildo para traer e instalar en Sanlúcar un molino de viento, obteniendo la licencia. La escritura de compra de una casa situada en la calle de la Bolsa (Casa de Vila) en 1588 por Juan Yansen y la propiedad de la misma hasta la muerte de Catalina Eón del Porte nos descubre no sólo la evolución del apellido y su genealogía, sino el origen flamenco y el oficio de mercader de aquel, quien se mencionará también como Juan Yanse Holporte.
Otros documentos del Archivo de la Hermandad de la Santa Caridad y Pobres Desamparados, en cuya institución revirtieron los bienes de los Eón al extinguirse la familia, muestran sus propiedades (véase la obra de M. Toribio), apareciendo el nombre de Juan Yansengolpant, Juan Yanse Golpant o las casa en calle Angosta de Juan de Monte (actual calle Capillita) y títulos de un solar y de una casa en la calle Montes y Osbucar (Bolsa-Capillita) comprada por el capitán Juan Eón del Porte en 1682. Curiosamente según Padrón Ducal de 1647, viven en la calle de la Bolsa Juan Hanze Olporte, mercader francés, y también Francisco Heón, mercader alemán. La razón del cambio de nacionalidad no sabemos si por capricho o conveniencia, o por cambios en el mapa político-histórico de Flandes. Los emigrantes de Flandes además de dar nombre a una calle en Sanlúcar, calle de los Flamencos (actual Baños); según Moreno Ollero, se dedicaban en la Alta Edad Media al comercio de objetos: cuentas de ámbar, cofres dorados, escribanías doradas, cuchillos, espejos, dedales, costureros, cordones, rosarios…etc.
Del mercadeo con estos productos menudos, los mercaderes más avezados saltarían al comercio de mayor escala con América, caso de esta familia de los Eón del Porte, muy rica en el siglo XVII, reconocida su hidalguía y con el privilegio de mayorazgo.
Varios miembros de esta familia reseña el historiador Velázquez Gaztelu en su “Catálogo…” publicado en 1760. Guillermo Eón del Porte colaboró con otros franceses al costo de la capilla de San Luis en los franciscanos de Cádiz y en ella aparece una inscripción con su nombre, lo que indica una relación con esa ciudad casi seguro que de índole comercial. Su hermano Francisco, también francés, fue reconocido como hidalgo en 1641 –que conlleva la exención de pagar el impuesto de pechos, y el gravado sobre la carne-, tuvo cuatro hijos de los cuales el capitán Juan además de desempeñar el cargo de regidor en 1678, vinculó sus bienes creando un mayorazgo con una serie de casas, cortijos, viñas, olivares, tierra calma y censos a favor del Hospicio de la Santa Caridad “para mantener seis camas de incurables preferidos los que fueran de esta ciudad” y que entraría en vigor si sus legítimos herederos morían sin descendencia directa. Así que lo poseyeron cuatro hijos de su hermana Ana y del capitán Juan Díaz Romero: el capitán Jerónimo Díaz Romero Eón del Porte, caballero de la Orden de Santiago, regidor perpetuo (1705) y castellano del fuerte de San Salvador; Juan José; Francisco, licenciado, clérigo y predicador del rey y que en 1721 testó a favor del Hospicio para construir una enfermería, con anterioridad ya había sido su bienhechor. Desemboca el mayorazgo en su hermana Catalina Agustina Díaz Romero Eón del Porte, que aun contrayendo dos matrimonios muere sin sucesión en 1744: primero con el jerezano caballero de Calatrava y regidor perpetuo de Sanlúcar Alvaro Nuñez Cabeza de Vaca; y en segundas nupcias con el Aguacil Mayor de la Real Cancillería de Granada, Felipe Recaño. Además aporta otros bienes distintos a los del mayorazgo, tanto los heredados de sus hermanos con el fin de realizar distintas obras pías, como los suyos que cumplieron semejante misión. A la Iglesia de la O, no sólo donó una colgadura de brocatel, sino el dinero con el que se costeó la custodia de pedrería que hoy se luce el la procesión del Corpus.
Detrás del altar mayor de la iglesia de los Desamparados, en la sacristía, una lápida rememora el enterramiento de los Eón. También en el techo de la misma aparece policromado sobre la crucería de yeso el blasón de tan ilustre familia.
Esta casa de la calle San Juan debió construirse por esta familia en el último tercio del siglo XVII, uniendo varios solares pequeños pertenecientes a modestas familias, tal vez cuando la casa matriz de la calle Bolsa les resultó insuficiente. Tras ser desamortizada del Hospital, en 1866 pasa a Carolina Otaolaurruchi Rodríguez, hija del vasco fundador en Sanlúcar de esta saga bodeguera: Antonio Otaolaurruchi y Goti; hasta que por 1947 al morir Carolina Otaola Munilla, la adquiere María Gómez Porras, viuda de Manuel García Monge, fundador junto a sus inteligentísimos hijos, en el segundo tercio del siglo pasado, de la empresa bodeguera que lleva su nombre, hoy extinta, que dio la popular manzanilla “Pipiola”.