LA CASA DE “COPA DE SOMBRA” EN ACQUARONI (y 2)
La casa o casas de “Copa de sombra”, relatadas por Acquaroni, se identifican por datos históricos ajenos a la novela y algunas pistas que el propio autor da. Sólo con la hermosa descripción no hubiéramos sabido ubicarlas, pues carece de precisión. Acquaroni no tuvo otra intención que la de crear una circunstancia literaria, y por tanto no la de recoger un riguroso testimonio histórico. Lo mismo que ocurre en el resto de esta obra desarrollada en la imaginaria Santa María de Humeros.
La morada de la supuesta “tía Anastasia”, y luego del farmacéutico “Mancare” marcada con el número 13 y señalada con el 19 en el PGOU (protección global, B-7) de la calle Caballeros, quedaba obligada a conservar como “elementos de interés tipológico: espacios de acceso, patio principal y elementos de articulación espacial del edificio. Fachadas y crujías asociadas a las mismas”.
Presenta una fachada regular (12.50 metros) con tres huecos en el principal: balcón-cierro, balcón y, balcón-cierros, sostenidos por dos sencillas ménsulas cada uno; y el bajo: cierro, portada y cierro de escaso vuelo, casi a ras del muro y a distintas alturas respecto a la pendiente de la calle Caballeros. El pretil de la azotea corona la fachada de la casa. Se imposta el primer piso con unas molduras que sobresalen por las bandejas de los balcones, y el principal con otras molduras continuas. Se trata de una fachada reformada en el siglo XIX que permanece hoy a modo de pantalla, bambalina o burdo trampantojo; sobre una estructura de siglos anteriores, ya desaparecida después de la obra de demolición en el interior de la casa, donde los 286 metros cuadrados originales se han alterado en perjuicio de la conservación del Patrimonio Histórico y su entorno.
En el mismo eje central de la portada y de la “casa-puerta” (con portón y no cancela como describe el novelista) se encontraba un pequeño patio de mármol (14.50 metros cuadrados) separado de la galería por unas puertas acristaladas. Más al fondo se hallaba un patio falso con menos de la mitad de superficie que el principal, y un patinillo. A su alrededor circundaban las habitaciones, salón, cocina, comedor de verano, etc. El alto mantenía la misma distribución, y en su galería principal tuvo un oratorio por los tiempos de Micaela Terán. Bajo su patio, un aljibe surtía de agua a la casa, tal como apunta Acquaroni, y se reveló en la obra de semidemolición.
Esta casa fue adquirida en 1853 por Cipriano Terán Carrera (1791-1877) que como su hermano menor Rafael emigró de Soto (Santander) hasta Sanlúcar donde mediante el comercio y, el negocio bodeguero después acumuló una gran fortuna. A el se debe la construcción de la catedralicia bodega de “La Arboledilla”. Y curiosamente, murió por “reblandecimiento cerebral”, el mismo caso que otro prohombre de la manzanilla, León Argüeso. Entre sus descendientes, D. Cipriano cuenta con varios escritores: José María Ruiz de Somavia (poeta), José Luis Acquaroni Fernández (médico y marino, escritor y orador) padre del novelista nombrado, y Eduardo Mendicuti; amén de monjas, el fraile hospitalario de San Juan de Dios y fundador del Hospital de Santa Rosalía en Jerez: Carlos González Fernández, o el notable sacerdote Carlos González García-Mier.
La casa fue heredada por su hija Micaela y en el mismo año su marido Carlos Fernández Bescaglia adquirió la casa trasera de Monte de Piedad. Y aquella a su vez se la deja en herencia a su hija también llamada Micaela Fernández Terán (1868-1951), quien viuda y octogenaria realiza una cesión a renta vitalicia con derecho de habitación en el bajo (figura similar, pero menos gravosa que los actuales “créditos hipotecarios inversos” bancarios) a los hermanos Concepción, Teresa y Bartolomé Álvarez Mora, los cuales ocuparon el alto de la casa, y además atendieron obsequiosamente a la cedente. Este vitalicio, que en la novela “Copa de Sombra” sirve de chanza a José Luis Acquaroni, fue ofrecido antes por la menesterosa anciana a varios parientes, aunque ninguno lo aceptó. Para mala suerte de sus herederos, la vieja señora murió al año de hacer el vitalicio –jurídicamente correcto y pormenorizado- y, el farmacéutico Álvarez Mora y sus hermanas corrieron mejor destino al encontrase con casa a un módico precio.
La casa donde vivió el novelista Acquaroni en la calle Caballeros 11 y 17 en el PGOU, también protegida, mide 168 metros cuadrados y 9.70 de largo de fachada y es contigua a la anterior. Asoman a la calle desde el bajo un cierro de poco vuelo y la puerta (cuyo zaguán carece de cancela); en la misma línea, desde el principal un balcón y un cierro, el primero apoyado en tres ménsulas con caveto, y el segundo por dos ménsulas a las que se le debieron caer los cavetos. La casa tuvo tejado a dos aguas que recaían sobre canelones –tal como describe Acquaroni- y, el interior contiene hoy un patio acodado y no acristalado. Probablemente tuviese arabescos tal como narra el escritor, pero debieron deteriorarse y al final desaparecer las yeserías.
Fue adquirida esta casa por Regla Fernández Terán en 1928, aunque los Acquaroni Fernández estuvieron empadronado aquí en 1887, y antes en la calle Bretones (1882), después en la calle Ancha 16 (1895), y luego en la de San Juan (1903). En 1955, la hermana del escritor –Alejandrina- vendió la casa de la calle Caballeros, que todavía se mantiene. Y gracias a la magistral pluma de José Luis Acquaroni se conservan literariamente las dos casas glosadas.