martes, 19 de junio de 2007

LOS GUARDAPOLVOS DE PIZARRA





Entre los numerosos elementos de la arquitectura civil sanluqueña, sobresalen por su vistosidad y factura artesanal los guardapolvos en las fachadas de más de una veintena de casas. Su uso generalizado en el siglo dieciocho por toda Andalucía y, sobre todo en Sevilla, referente al igual que Cádiz para Sanlúcar, se debe al gusto de la burguesía de estas tres ciudades vinculada entre si por un mismo interés crematístico: el comercio con América. En la actualidad, se ha revivido curiosamente el guardapolvo en el caserío sanluqueño como una réplica sin el valor y sentido original.

El guardapolvo es un techo, a modo de visera, que cubre el hueco de un balcón, mirador o cierro (balcón cerrado con cajón acristalado) para protegerlo de las aguas pluviales, más que del polvo, y resguardar a las personas cuando se asoman a mirar. La pizarra constituye el material de sus partes fundamentales y, por esto se diferencia aún teniendo la misma función, del tejaroz, que presenta un techo rematado con tejas curvas a tres aguas; o del techo cornisa de ladrillo enfoscado; o de su réplica actual que sustituye la pizarra por un material metálico o chapado, carente de bajorrelieve y más fácil de adquirir. El vuelo y largura del guadapolvo son menores que las del balcón y mayores que las de los cierros.



El guardapolvo consta de la tapa o visera y, sus sustentantes: la pletina, los tirantes, las tornapuntas y el ornamental cartabón. Mientras que la tapa solo requiere la labor del cortado; pletina, tirantes y tornapuntas exigen la exquisita labor de la forja del hierro a fuego y golpes de martillos para conseguir formas vegetales –ramas y hojarascas- las dos últimas, y un rizo o cuerno de cabra en caso de la pletina. El número de pletinas utilizado está en razón de la longitud y anchura del guardapolvo; el de las tornapuntas y tirantes tal vez obedezca más al capricho u ostentación que a la necesidad.

Merece destacar el manufacturado de los cartabones del guardapolvo, donde se ejecutan distintas labores. El corte triangular y el recortado mixtilíneo de los bordes externos del cartabón y sus posteriores incisiones desde el borde hasta la superficie que forman un bajorrelieve coordinado, probablemente de la mano del mismo artesano. Las pinturas: sencillas, geométricas y policromas en la superficie del cartabón o bien escasean o han ido borrándose con el paso del tiempo, son obra de un artesano decorativista de brocha fina. Ejemplo de ello es la “Portada de los Páez de la Cadena” en el Palacio Municipal. Desconocemos si los guardapolvos se realizaban en un mismo taller.

Caben destacar los guardapolvos de la Casa- palacio del Marqués de Arizón (calle Divina Pastora), las casas de los Díaz de Saravia (carril de San Diego), las casas del Marqués del Pedroso y Belloni en la calle Luis de Eguilaz (desde la Iglesia de la O hasta callejón de los Trapos); salvo la familia Arizón, las otras proceden de Cádiz y todas ejercieron el comercio con las Indias. Varias casas de la calle San Agustín y de la calle Caballeros conservan los guardapolvos, una en la calle Jerez haciendo esquina con la Plaza Alta y calle Santiago. Por su longitud y exceso de tornapuntas, se distingue el guardapolvo de la antigua “Casa de Maternidad” (calle Almonte).La mayoría de los guardapolvos se ubican en el “Barrio Alto”, sin embargo escasean los guardapolvos en el “Barrio Bajo” ( casa de Pastrana Lemus o Conde de Monteagudo, y la paredaña que hace esquina con calle Mar, entre otras).

OTRAS DEFINICIONES.
DRAE.:
-sobradillo.
"(Del dim. de sobrado).
1. m. Tejadillo sobre un balcón o ventana."

-guardapolvo o guardapolvos.
"3. m. Tejadillo voladizo construido sobre un balcón o una ventana, para desviar el agua de lluvia."

“Tejadillo en voladizo que se construye sobre balcón, puertas o ventanas, a fin de protegerlos del agua de lluvia. Tb. Sobradillo.” (Paniagua J. R.: Vocabulario básico de arquitectura. Madrid, 1978. Pág. 175.)
“Tejadillo en saledizo que resguarda del agua a un balcón o ventana”. (Fatás, G. y Borrás G.:Diccionario de términos de arte y arqueología. Madrid, 1988. Pág. 110).